Durante mucho tiempo aisladas en barrios marginales, las bandas criminales han ido extendiendo sus tentáculos por todo Haità y los casi tres millones de habitantes de Puerto PrÃncipe se han visto obligados a adaptar su vida cotidiana a esta realidad, temerosos de convertirse en la próxima vÃctima.
“Las bandas son hoy amos y señores del paÃs”, advierte Gédéon Jean, director del Centro de Análisis e Investigación en Derechos Humanos, con sede en la capital haitiana.
La organización constata un aumento alarmante de los secuestros en HaitÃ. En los tres primeros trimestres de 2021 se registraron más de 600 casos, frente a los 231 en el mismo periodo de 2020.
El secuestro de pastores y feligreses en octubre, algunos en medio de misas dominicales, por parte de pandilleros que a veces actúan a cara descubierta, demuestra que en ningún sitio se está a salvo.
“Ningún lugar es seguro: cualquier cosa puede pasar en cualquier sitio”, dice Daphne Bourgoin.
A sus 42 años, esta gerente de una empresa textil ha visto cómo su vida y la de su familia ha cambiado radicalmente ante el auge de las bandas. Ella, su marido y sus dos hijos tuvieron que abandonar su casa debido al aumento de la delincuencia en un barrio pobre que cruzaba a diario para llegar al trabajo.
“Cruzar Martissant todos los dÃas ya no era seguro”, recuerda Daphne. “TenÃamos que alquilar una casa y eso no entraba en nuestro presupuesto ni en nuestra vida. Es como volver a empezar”, suspira.
A principios de junio, los habitantes del barrio de Martissant se marcharon cuando varias bandas armadas intentaron tomar el control de este enclave estratégico. Por aquà pasa una de las principales carreteras que comunica las mitades norte y sur de HaitÃ.
19,000 desplazados
Incluso Médicos Sin Fronteras, con sede en Martissant desde 2006, ha decidido trasladar su centro de urgencias hacia el centro de Puerto PrÃncipe. “Hablamos con los lÃderes de la comunidad sobre el terreno y nos dimos cuenta de que la seguridad de nuestros equipos ya no estaba garantizada”, dijo Désiré Kimanuka, director de proyectos de la ONG.
Los enfrentamientos se han extendido a otros barrios pobres de la capital. Cerca de 20.000 ciudadanos de los más pobres del paÃs han tenido que refugiarse en los últimos meses en gimnasios e instalaciones públicas, según la ONU.
La tregua declarada por los lÃderes de la banda de Martissant tras el terremoto del 14 de agosto para permitir la llegada de ayuda humanitaria a las vÃctimas del sur de Haità no duró ni un mes.
El control de bandas armadas sobre un tramo de dos kilómetros de la carretera nacional impide de facto el acceso seguro a dos de las tres instalaciones petroleras de HaitÃ.
Y la tercera, situada en el barrio de chabolas de Cité Soleil, no ha tardado en dar la voz de alarma: “En las dos últimas semanas, una docena de camiones cisterna han sido secuestrados”, afirma David Turnier, presidente de la Asociación Nacional de Distribuidores de Productos PetrolÃferos.
“No tengo un Estado, no tengo fuerza policial, no tengo quien me cuide”
La escasez de combustible limita los desplazamientos de los habitantes de Puerto PrÃncipe, ya reducidos drásticamente por el riesgo de secuestro.
“No salimos por la noche y lo primero que hacemos al levantarnos es mirar ‘cómo está la calle’, es decir, comprobar los diferentes grupos de alerta en WhatsApp para ver si salimos o no”, explica Bourgoin.
“Mis hijos viven con este miedo. Cuando salgo, me preguntan a dónde voy (...) porque saben que puedes salir y no volver”, dice con tristeza.
Esta mujer sale de casa una o dos veces por semana, siempre de dÃa. Cuando recientemente escuchó disparos en pleno dÃa frente al taller en el que trabaja, situado en un barrio supuestamente tranquilo, ni siquiera intentó llamar a la policÃa.
Sin comentarios
La PolicÃa Nacional de HaitÃ, contactada por la AFP sobre la situación de seguridad, no quiso hacer comentarios.
“No tengo un Estado, no tengo una fuerza policial, no tengo a nadie que me cuide. Si me pasa algo, seré un caso más”, dice resignada.
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